La medida del meridiano

La medida del meridiano

Introducción

A finales del siglo XV había una serie de países como Reino Unido, Holanda, Francia, España y algunos otros que hicieron frente a dos grandes problemas náuticos.

El primer problema estaba relacionado con el cálculo de la posición en la mar, un conocimiento fundamental para navegar de forma segura. La latitud ya era conocida con relativa exactitud desde finales del siglo XV, ya que se realizaban observaciones astronómicas del Sol y las estrellas para calcular la posición de un buque en la mar. En cambio, la longitud era mucho más complicada de calcular debido a que está relacionada con el movimiento de rotación de la Tierra. Para el cálculo de la longitud existían algunos métodos, aunque el más utilizado era el de los cronómetros marinos. El impulsor fue el relojero inglés John Harrison, que fue mejorando sus cronómetros en exactitud y precisión. El método de los cronómetros marinos consistía en que teniendo a bordo un buen reloj que mantuviese de forma precisa la hora del puerto del que había salido el buque, se podía calcular el valor de la longitud con un sencillo cálculo. Esto se hacía restando la hora que marcó el reloj a la salida de puerto a la meridiana, y la que marca al pasar el Sol por el meridiano en el que se encuentra navegando el barco.

El segundo problema que tenían en aquella época estaba relacionado con la forma de la Tierra. No se sabía si era una esfera o si estaba achatada por los polos o por el ecuador. Una cuestión que la humanidad siempre había querido conocer pero que no fue hasta mediados del siglo XVI que se dispuso de los elementos necesarios para encontrar la respuesta con exactitud.

En estos siglos se produce un cambio en el modelo de pensamiento, transformándose la visión sobre la naturaleza y sentando las bases para nuevas teorías y el surgimiento de nuevas ciencias apoyadas en el método científico. Surge en Europa la Revolución Científica. Se produce una transformación en la física, la astronomía, la matemática, la química…

Los gobiernos comienzan a darse cuenta del beneficio que les podría reportar disponer de un conocimiento fidedigno de sus territorios para mejorar la gestión, la administración y el control. Por este motivo se decidieron a apoyar la nueva ciencia, apoyando la creación de las primera sociedades científicas y académicas, tales como la Royal Society de Londres y la Academia de Ciencias de París. Ambas sociedades compitieron en avances científicos.

Francia se dedicó en especial a las ciencias de la Tierra, elaborando un mapa de su territorio. También estudió la medida de la Tierra e intentaron medir con exactitud la longitud de un grado de meridiano realizando mediciones en los alrededores de París. Para ello tenían que conseguir conocer la distancia que separa dos puntos de un círculo máximo, sabiendo la diferencia de latitud. Estas mediciones fueron efectuadas por varias generaciones de la familia Cassini, una saga muy prestigiosa y creíble en Francia que durante tres generaciones dirigió el Observatorio de París. Cuanto más hacia el sur se realizaban las mediciones, mayor era la longitud del grado de meridiano, lo que probaba que la Tierra tenía forma apepinada o achatada en la zona del ecuador y así fue asumido por la Academia Francesa.

La Tierra según Newton a la izquierda y según Cassini a la derecha

La Tierra según Newton y Cassini

En oposición a esta creencia estaba el hecho de que, en 1672, el astrónomo francés Jean Richer había observado en la Guayana francesa, cerca del ecuador terrestre, que su reloj de péndulo atrasaba 2 minutos y 28 segundos cada día. En cambio, en París su reloj no sufría ningún retraso. Según la Ley del Período del Péndulo simple, las fuerzas de la gravedad debían encontrarse en la misma relación de desigualdad que las longitudes del péndulo, por lo que debería acortar el péndulo en casi 3 milímetros si quería conseguir la exactitud. De esta forma fue que Richer dedujo que los cuerpos que se hallaban cerca del ecuador perdían peso con respecto al peso que tenían en París, por lo que París debía hallarse más cerca del centro del planeta que el ecuador, lo que significaba que la Tierra debía estar achatada por los polos.

En el Reino Unido las teorías de Newton proclamaban forma achatada en los polos, lo que contribuía a mantener la controversia. Era necesario zanjar esta polémica. Por lo tanto, si la Tierra no era esférica, el radio de su curvatura dependerá de si nuestro planeta estaba achatado por el ecuador o por los polos.

De modo que la Academia de Ciencias de París pidió apoyo a Luis XV para realizar dos expediciones que efectuasen mediciones del grado de meridiano terrestre en dos latitudes distintas y alejadas entre sí, además de París: una en la zona del ecuador y otra en la zona ártica, a unos 66° Norte. De esta forma podrían compararse las medidas obtenidas en estos tres lugares y encontrar la solución a la polémica que se había creado, así como demostrar que era cierto lo que ellos pensaban. Si en las dos mediciones que se iban a efectuar, se obtenían idénticos resultados, significaría que la Tierra tiene forma esférica; si la de Laponia era más grande, entonces la Tierra estaría achatada por los polos y Newton tendría razón; en caso contrario, el achatamiento estaría en la zona del ecuador y serían los académicos franceses quienes estarían defendiendo la teoría correcta.

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